Primavera: “No sé por qué, es la décima vez que lo leo”

La otra mitad de mis nostalgias. Siempre va a la cola tuya cuando entras aquí; alegre, hinchaovarios, tan melancólico.  Creo que por fin puedo llegar a entender la partecita de ti que perdí en el camino porque me resultaba inexplicable: hoy me sentí como recuerdo que me sentía cuando éramos,  quizás,  el recuerdo más encantador y atrapante de mi vida, cuando me quitaste el sinsentido de una triste conclusión. 

El discurso se deshace en nosotros, ¿comprendes el peligro de todo lo que deja de existir cuando nos encuentra abrazados en el living?

Indagar. Indagar en ti. Manipular tu recuerdo cuando insinúas que sientes lo mismo. Reconstruirte en él, permitir que me reconstruyas. Apartar tus venganzas, son muy fáciles si todo se deshace. También es fácil adivinar la nostalgia de algún-momento-a-futuro: meses de estabilidad, introspección, valentía,  libertad y tú aquí,  molestándome por el desorden de la casa.

Ya es de madrugada (como cada vez que escribo, al parecer). El sueño tarda mucho más y tú sabías que esta noche se avecinaba eterna. No entiendo bien cómo se dieron las cosas, pero resulta que estás durmiendo a mi lado mientras yo pienso desenredar lo que siento por escrito. Partiré por mencionar que, más que ayudarme a conseguir la calma que me quitaron la soledad y los ruidos de la madera y de los gatos en el techo, tu presencia me obligó a esforzarme por comprender quiénes fuimos.

Lo más duro es la inmensidad del cambio sobre las espaldas de cada uno, por separado. Lejos, siempre desde muy lejos. Pero fueron los cambios que, en gran parte, forjaron las personas que somos ahora. Dos personas que, en esencia, se conocen, pero que en el fondo no tienen mucha idea de quién es la otra. Ahora, cuando pasamos tiempo juntos nos quedamos mirando como preguntándonos quién será el personaje que tenemos al frente con el que mantenemos una que otra costumbre de antaño (no voy a negar que me encanta abrazarte).

Fue sorpresivo que retomaras, aunque no sea más que por esta noche, la vieja costumbre de aparecer cuando te necesitaba. Es que aparecías siempre, y esa costumbre que también me gustaría que volviera, constituyó mi alegría durante varios años, hasta que, simple y dolorosamente, desapareciste.

Es imposible intentar explicarte cómo fueron esos ocho años: hice tanto y, a final de cuentas, tan poco. La intensidad se me dormía a cada rato y la ingenuidad tierna quedó atrapada en el quinto círculo del infierno. Nunca más confié, y eso fue lo que terminó por aplastarme. El problema estaba en tener plena y triste conciencia de que jamás alguien podría quererme tan genuinamente como tú. ¿Que si soy llorona? Quedo en evidencia,  expuesta, desnuda y más cursi que nunca. Ya no me importa: todavía me impresiona tu capacidad para quererme tal como llegué, alegre, hinchabolas y tan melancólica.

Sé que hoy te decepciona verme así, que te gusta poco o nada quien soy y que, muy probablemente, acudes al recuerdo del cariño que existía en un esfuerzo por acercarte a mí. No sé por qué lo haces. Algo quieres recuperar y no sé qué parte te esfuerzas por remover. Tal vez se quedó dando vueltas en el quinto círculo.

Pasaron muchas personas por nuestras vidas y eso ayudó a que mi cariño por ti permaneciera casi-intacto en el tiempo, y en paralelo el tuyo se desmoronaba. No te culpo: sé exactamente cuáles fueron los pasos que di con torpeza, y sé que en algún momento tendrías que enfrentarte al hecho de que yo no era maravillosa. Y que no estaba ni medianamente cerca de serlo. Tal como tú notaste, me di cuenta de lo contaminada que estaba y de cómo contaminaba al resto. Tú tenías suficiente con alejarte de mí; yo, imposibilitada para distanciarme de mí misma, desaté la autodestrucción que se veía venir y que tú te esmerabas en contener.

Conseguí alejarme de todo lo que sé que me hunde y te cruzaste otra vez por aquí. Sé de tu vida a grandes rasgos, pero sin importar lo que haya pasado ahí, traigo conmigo toda la intensidad de la nostalgia acumulada […] Duermes al lado y eso es un calmante para enfrentar lo que se venga. Te acompañaré en tu calma somnolienta, no voy a negar que me encanta abrazarte, sea quien seas ahora.

E.H.

3 respuestas a “Primavera: “No sé por qué, es la décima vez que lo leo”

  1. Si te escribiera seria como desnudar el mundo, te acecharia despacio hasta poder rugir el cielo frente a toda tu presencia y de una vez por todas hacer de tus demonios leña para bendecir la dicha… Solo de eso estamos hechos… Vida. Lo otro es el olvido q hemos sidos llamados a vencer a punta de abrazos y otras decencias llenas de gemidos, mordicos y orgamos… Somos el cielo cuando el fuego nos aniquila y ofrendamos a el nuestra sed… Tu travesura, coqueto encanto q me hace sentir un roble… Y no sabes como amo sentirme asi, fuerte lleno de vida, firme como la bondad de quien quiere hacer de si mismo un regalo de alegria… Como leon amanzado por tu sabiduria… Perniles… Ñami… Lo siento no quize resistirme a romper el romanticismo… Es q no me agrada q lo llames melancolia, sabernos ardiendo mientra nos encontramos en fantasia… Para mi no son venganzas… Los llamo aciertos… Un debemos un abrazo.

    Me gusta

Deje un comentario